Monday, October 24, 2011

No sé si lo que tengo es pena o rabia, o tal vez es una mezcla un poco de los dos...
Ver como han pasado los años y a pesar de todos los intentos por hacer mejor las cosas, uno siempre se haya solo en la lucha por dejar la mediocridad y conseguir cosas más grandes que el común de la gente.
Sacrifiqué mi vida universitaria, sacrifique horas de sueño, de amigos, de carretes por perseguir un ideal, por mejorar las cosas, por entregar mi empeño a una misión que creí justa que aún hoy encuentro necesaria.
Pero al parecer siempre hay dos opciones: Que hagas todo mal y al final del camino te encuentres con que nada de lo que hiciste valió mayormente la pena, o darte cuenta que en el camino del emprender y mejorar uno se encuentra solo, en especial cuando uno va adelante.
Es triste... es triste tener que comenzar a defenderse de personas que en algún momento tú defendiste frente a otros. Duele bastante mirar el camino andado, las historias escritas y descubrir que ni siquiera por un mínimo instinto de gratitud, queda la intención de responder con un poco de lealtad. Las ratas hacen fiesta cuando el gato no esta y huyen cuando el barco se hunde... pero ¿qué clase de animal traiciona la mano de quien en algún momento dio todo por proteger el nido? ¿que clase de animal responde lealtad a quien no es leal con él? Ni la rata de laboratorio más tonta muerde dos veces el mismo queso cargado con electricidad. Es quizá una especie de bart simpson en un buen experimento de su hermana Lisa.
¿Que mas puede hacerse en estos casos? ¿Aguantar? ¿Huir? ¿Enfrentar? Cualquiera de las decisiones que se tomen en este contexto acabarán con alguna de las partes lastimadas, y si no dañará en algún grado la acción del fin mayor. ¿Malas caras? Habrá que vancárselas, pero ¿A que costo?
Hace unos años yo era de las personas que siempre quiso mantener su trabajo en silencio, mover los hilos desde lo micro, asegurarme que las cosas funcionaban dentro de mi pequeño círculo. Por cosas del destino acabe con las manos los codos y hasta el corazón metido hasta el fondo del pantano, intentando que la luz prevaleciera por sobre las malas ventiscas que apagan las llamas de las velas que intentan indicar el camino.
No sé cuales son los pasos a seguir esta vez, solo se que esta vez no podré decidir sola, ni conseguiré encontrar una salida, porque se me han agotado los brazos y las piernas y esta vez no tengo suficiente cabeza para no acabar cortando las cabezas y las alas de ratas que buscan ser murciélagos.