Saturday, December 17, 2005

Crónica de una noche inolvidable

¿Cómo partir contando una historia que partió hace más o menos dos años y que hoy está recien empezando a escribirse? ¿Cómo empezar a escribir sobre una vida que pasó de ser robada y destruida a ser la más regalada y dichosa del mundo?
Creo que mejor es empezar con el final para poder volver al principio, antes que partir del principio para llegar al final.
Porque en estas líneas quiero solo relatar la crónica de una noche, que pudo haber sido como muchas otras, pero que las personas y las circunstancias la hicieron distinta. Porque esa noche, en la que todo acababa y todo empezaba, a mi lado estaban todos aquellos que siguieron conmigo este camino, unos desde el principio, otros casi al final, pero todos igual de importantes.
Todo partió tan extraño, si, todo era como a diario, yo sentada con una bolsa llena de recuerdos y trozos de mi vida, hilados juntos en un solo traje, esperando un rostro familiar que se detuviera y me invitara a caminar, y cuando llegó, según lo planeado, emprendimos el viaje, al sueño de esa noche.
Y entonces empezó mi crónica; me ví frente a un espejo, intentando ser quien no era, buscando entre tanto maquillaje a esa niña que lo único que quería era salir de ese traje de domingo que su madre le había obligado a usar para verse presentable. Y con el rostro en alto, escondiendo a la infante tras el maquillaje y el vestido, salí a encontrarme con otro niño enfundado en su traje de fiesta familiar.
Ambos nos miramos, en silencio, lo entendíamos y lo sabíamos todo; nuestra mente "madura" luchaba con toda sus fuerzas contra el corazón infantil que nos insitaba a dejar todo esto en nada.
Pero la mente ganó su primera batalla y casi por inercia nos dirijimos ambos disfrazados de rey y reina, guardando silencio para evitar decir una torpeza.
Y llegamos al encuentro de otros niños que jugaban a ser grandes, de otros infantes disfrazados de cuento de hadas. ¡Qué extraño era todo! Nadie estaba seguro de dar un paso, por miedo a romper algo, o ensuciar la delicada ropa de domingo escogida para la ocacción.
Y estalló la música, y todos de píe en la pista cogieron por la cintura a su pareja; nosotros, por no ser menos, solo nos miramos y seguimos la corriente de este juego que empezaba a tornarse un cuento de castillos y princesas, de reyes y dragones.
La noche empezó, y la alegría invadió los corazones de cada niño presente, de pronto todos querían bailar y reir, saltar y jugar, sin importarles los trajes que traían encima, sin pensar en arruinar la preparación que tomo horas.
Y fue perfecto, porque no hubo voces de adultos que reprocharon el descuido de los niños que sin zapatos y con los peinados disueltos disfrutaban la música y se dejaban llevar por los sonidos y todas las sensaciones presentes en ese instante.
Avanzó la noche, y todo fue como un sueño, porque en el momento de retirarse, la magia seguía presente, y las ganas de dejarse llevar no dejaban de golpear el corazón de cada uno. Pero, así como todo cuento de hadas termina en un final feliz, todo sueño termina cuando despiertas sentada en tu cama.
Ya no había vestido de princesa, ya no había música, ni se escuchaban tampoco las risas; el pelo estaba enmarañado como siempre y tu lo que fue un bello traje, ahora era solo tu ropa de dormir.
Pero sabías que en ese despertar había algo distinto, porque sabías bien que tu sueño de la noche anterior, no fue solo eso, fue una realidad que se volvió sueño y un sueño que se transformo en felicidad; la felicidad del recuerdo de esa noche que fue tan inolvidabel para ti como para los otros...

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