Thursday, January 26, 2006

Pasado Cerrado

Hoy me encuentro aquí, de nuevo, con un lápiz y un papel, intentando describir lo que en este momento pasa por mi cabeza y por mi corazón.

Hoy he querido relatar, no una nueva historia de fantasía, ni un poema con juego de palabras; he querido, por primera vez en el tiempo que llevo escribiendo, sentarme a escribir la verdad.

Yo tengo un sueño, un poco infantil la verdad de las cosas, pero sueño al fin; es que mis obras literarias sean apreciadas como algo más que unas horas de ocio y arranques de imaginación de una niña. Me gustaría que fuesen vistas como una ventana a la vida de la juventud actual; quiero que quien los lea, no se quede solo en los hechos, sino que trate de pensar que factores me llevaron a escribirlos y les vea el trasfondo que cada uno tiene.

Por eso, y porque he encontrado en el escribir una forma de desahogarme, es que he decidido escribir esta “historia” que más que un relato inventado, es la historia de mi vida, solo la verdad y nada más que la verdad.

No quiero aburrir a nadie, por lo que solo echaré un leve vistazo a lo que fue mi “sobreviva” entre los 0 y 12 años. La verdad es que entre los 0 y los 5 años no tengo muchos recuerdos, solo sé lo que me han contado. Nací un 4 de Enero del año 1988 en la clínica las Lilas; en ese tiempo mi familia estaba conformada por mis padres y mis dos hermanos mayores, Mauricio y José.

Cuando tenía 5 años, nació mi hermana más pequeña, Teresa, el concho de la familia. Ella pasó a ser el centro de la atención en la casa, dejando se ser yo, obviamente, la menor.

Todo transcurrió pacíficamente en mi vida, tenía los problemas que cualquier niña “de su casa” podría tener, pero nada que no fuese abordable. En el colegio no me relacionaba mucho con mis compañeras pero si hice muy buenas relaciones con mis profesores, la verdad hablaba más con ellos que lo que hablaba con mis iguales. Poco a poco, y con mucho esfuerzo, aprendí a sobrevivir en mi curso y a aceptar a cada uno tal cual era, y, con uno que otro contratiempo, ellas también aprendieron a respetarme y aceptarme.

En fin, cuando llegue a octavo básico, mi hermano, José, me invitó a participar en un grupo juvenil de su colegio ELE (encuentro de lolos en el espíritu). Fue una experiencia que me sirvió para descubrir un poco más sobre mi misma y el mundo que me rodeaba. De este grupo y de algunos alumnos del colegio, surgió otro con el nombre de “Oratorio”, que consistía en asistir una vez a la semana a una población de Recoleta (Los Héroes de la Concepción) a trabajar con los niños de la misma.

Mi mismo hermano y el hermano de una amiga que conocí en el ELE, eran parte de este grupo y creímos que sería buena idea participar nosotras también, así es que así lo hicimos. Recuerdo con claridad que en un comienzo partimos con la nada; no teníamos el apoyo del colegio ni los materiales necesarios para atender a los 60 o 70 niños que atendíamos cada Sábado, solo teníamos las ganas de cambiar la realidad que no nos gustaba; sin embargo fueron esas ganas las que nos ayudaron a salir adelante. Recuerdo bien, que en un principio funcionábamos con un solo estuche de lápices de colores y una que otra resma de hojas que juntábamos entre todos.

Transcurrió ese año y comenzamos a acercarnos al verano; se venían las colonias, la experiencia más hermosa que podríamos vivir como grupo. Conseguimos apoyo del colegio a cargo del jardín infantil en el que trabajamos durante el año, e hicimos las colonias allí.

Para mi, mis primeras colonias fueron la experiencia más importante en mi vida, fue lo que me hizo crecer y aprender muchas cosas, y por sobre todo me hizo confiar aún más en Dios, y saber que el estaba allí, en todo lo que hacía; la verdad es que fue durante el tiempo que trabajé en la población, cuando lo sentí más cerca de mi.

Puedo decir que Dios estuvo ahí, con todos nosotros en esa colonia, porque nos ayudo a que no nos faltase nada para los niños. Teníamos inscritos a 80 o 90 niños máximo y todo estaba programado para esa cantidad, pero, en esa colonia atendimos a alrededor de 150 niños, y nosotros también teníamos que alimentarnos... mágicamente alcanzó para todos; la multiplicación de los panes dijeron cuando se enteraron.

Pasaron pues esas colonias, y el año 2002 yo tuve que abandonar la comunidad por un tiempo, mientras estaba intentaba obtener mayor apoyo del colegio y ser considerada como Comunidad Apostólica Salesiana (CAS). Cuando volví, luego de las vacaciones de invierno, ya habían empezado a lograr ese objetivo.

Una semana después de que yo estuve de vuelta, se les hizo una bienvenida a nuevos integrantes de la comunidad, y entre ellos, una persona que cambiaría mi vida por completo. Sé que suena exagerado, pero es cierto. Su nombre era Diego Villegas, y en ese tiempo cursaba II medio en el Patrocinio de San José. Sé que para quienes lean esto y conocen ya la historia, les parecerá extraño que me halla atrevido a nombrarlo con nombre y apellido, pero la verdad es que ya no le veo sentido a seguir callándolo. Cuando empecé a escribir esto dije que quería escribir la verdad, y él es parte de ella.

La primera vez que fuimos a oratorio juntos, lo vi tan solo, que me acerqué a él para tratar de integrarlo. No pude evitar acordarme de mi misma el primer día que fui a oratorio. No recuerdo bien lo que le dije, solo que le quité una bolsa que traía en las manos preguntándole que era, y él me respondió que eran unos dibujos para la catequesis.

Así fue como empezamos a conocernos y yo le fui tomando un gran cariño. Recuerdo bien nuestra primera caminata a Sor Teresa; yo no caminé ese año, pero cuando llegaron al santuario, me acerqué a él con la intención de conversar. Extrañamente sentía como la necesidad de tenerlo cerca, de conocerlo mejor.

Nos fuimos juntos en el bus; fue especial todo ese tiempo que estuvimos juntos, al menos para mi; yo me acomodé en su hombro y el empezó a contarme del viaje durante la caminata. Quiero aclarar que nunca siquiera existió la posibilidad de que tiráramos, ni nada por el estilo; sin embargo, eso no le quitó la magia a ese día, solo pensé que nadie lo entendería.

Y en realidad fue así, muchas veces mis “amigas” preferían escuchar arreglos de la realidad a la misma verdad, y yo me acostumbré a eso.

Pasaron tantas cosas hermosas el resto de ese año, que yo comencé a sentirme muy segura y satisfecha a su lado; comencé a “engancharme”, como se diría vulgarmente. Traté de acercarme aún más a él, quería conseguir su confianza, y a él parecía no importarle, por el contrario, parecía sentirse muy cómodo con mi presencia. Nunca tuve la certeza de lo que sentía por mi, tan solo rumores y una que otra interpretación mía de algunas situaciones, que, las interpretaba según como las sentía, o que es lo que me gustaría que significase.

Así llegaron las colonias 2003, las segundas para mí, las primeras para él, pero igual de importantes para ambos. Él era coordinador, y trabajamos como pareja ese año. Nuestras niñas, nos adoptaron como sus “papás” y eso nos hizo acercarnos aún más el uno al otro; o al menos eso creía.

Fueron esas, mis últimas colonias, para mí y para varios de mis amigos; y la última vez que iría a la población en mucho tiempo.

Como consecuencia del abandono de la comunidad, el Diego y yo nos alejamos cada vez más, ya a penas si nos saludábamos; yo lo necesitaba más que nunca y él parecía querer mantenerme lo más lejos posible. Fue entonces, cuando descubrí que las cosas se me habían ido de las manos, ya era demasiado tarde para dejar pasar las cosas; sin quererlo me había enamorado de él.

Traté de no perder la cordura y mantener el contacto con él; le debo haber enviado alrededor de 50 e-mails, de los cuales, menos de la mitad fueron contestados. Siempre se excusaba con él tiempo, porque tenía mucho trabajo con la comunidad y el colegio, por eso no siempre tenía tiempo de contestarme.

Avanzaba el año 2003 y en Octubre, para la caminata, descubrí a un amigo que siempre había estado allí conmigo; Felipe. Él fue el que me dio la fuerza para decidirme a hablar con el Diego y así lo hice.

Lamentablemente mi cobardía y mi infantilismo me impidió decirle todo lo que sentía, ni siquiera le dije un cuarto de lo que pensaba decirle, pero cuando comenzamos a conversar, creí sentirlo conmigo de nuevo, como en los viejos tiempos.

No supe darme cuenta, si no hasta más tarde que era una farsa. Llegó Diciembre de ese año, y a mi con unas amigas nos invitaron al último oratorio, la celebración de navidad; me costó decidirme a ir, y ese fue, quizás, el peor error o el más grande acierto de toda mi vida. Luego de ese día las cosas cambiaron completamente para mi.

No quiero relatar lo sucedido ese día, me duele demasiado siquiera recordarlo, pero fue lo que detono todos los problemas que se habían ido arrastrando hacía ya mucho tiempo.

Para mis amigos y para mi, terminó por derrumbarse toda esperanza en la comunidad, ya del grupo en el que habíamos comenzado no quedaba nada. En lo personal, la imagen de quien yo me había enamorado, comenzó a desmoronarse poco a poco, mostrándome a una persona que no conocía, a un hombre cobarde, incapaz de reconocer sus errores y reparar que algún día hizo.

En menos de dos semanas el niño hombre inocente, cariñosos, comprensivo, solidario, había desaparecido; dejando en su lugar a una persona egoísta, injusta, cobarde… fue eso lo que más me dolió, esa transformación repentina fue lo que me decepcionó.

Sin embargo y a pesar de todo, la experiencia de amar por vez primera, y que todo hubiese terminado así, me sirvió para crecer. En el camino descubrí a mis mejores amigos, en quienes poder confiar. Encontré a quien me guiaría como mi Madrina de Confirmación.

Cony, Felipe, Mauro Tapia, Ricardo, Arturo, Ele, Leins… y tantos otros que siempre han estado allí conmigo. Les doy las gracias amigos, merecen todo lo mejor, nunca duden en confiar en mi, para lo que sea; yo también quiero estar allí para ustedes, como lo estuvieron para mi.

Diego… mi único deseo para ti es que seas feliz, porque te lo mereces. No quiero que creas que te guardo algún rencor, te quise demasiado como para odiarte…

Le doy las gracias a Dios a diario por haberte cruzado en mi camino y haberme dado la posibilidad de descubrir el amor en ti. Cuídate mucho y lucha por lograr todo lo que deseas; siempre he pensado que, si te lo propones, podrás lograr cualquier cosa.

Hoy, para quien no lo sabe, he decidido empezar de nuevo; estoy en las COEJSA (Comunidades Espirituales Juveniles al Servicio Alegre y Cordial) de mi colegio; me arriesgaré, el 2005, a unas nuevas colonias, esta vez con un nuevo equipo. Nuevas expectativas, nuevos retos, nuevas caras, nuevas amistades y experiencias que, espero, me sirvan para lograr ser mejor persona.

Hoy he decidido empezar de nuevo, y me he dado cuenta que para escribir un futuro, necesito cerrar antes mi pasado, por eso he decidido compartir todo esto con ustedes, porque confío en que lo entenderán.

Nunca olviden que los quiero mucho

Mariangela Martinez
Septiembre / 2004

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