Monday, October 31, 2005

....:::::Más que un sueño:::::....

Hace unas noches atrás tuve un sueño muy extraño… Soñé que estaba caminando por un páramo, desconocido a mis ojos. Caminaba observando distraída a mí alrededor, escuchando en silencio el canto de los pájaros, el soplo del viento… Todo ahí era hermoso, aún estando sola me sentía feliz, porque, de una u otra forma, sabía que esa “soledad” no iba más allá de lo físico, porque tenía todo un mundo a mi alrededor, que existía conmigo en ese instante, en ese lugar.

De pronto, un paso en falso, sin darme cuenta caí en un foso profundo. Intenté sostenerme pero solo lo logré un par de minutos, cayendo hasta el fondo irremediablemente. ¡Cómo necesitaba una mano de ayuda en ese momento! Pero nada, estaba sola, completamente sola; debía valerme por mis propias y escasas fuerzas. Debo haber caído muy al fondo, porque ni siquiera podía ver la salida de aquel pozo, estaba rodeada por una interminable muralla enmohecida y una intimidante oscuridad.

En vano luché por salir, estaba demasiado abajo y las paredes demasiado lisas para treparlas. Grité entonces con la esperanza de que alguien pudiera escucharme, pero nada; el eco de mi voz retumbó a mi alrededor.

Rendida me senté en el piso húmedo a esperar, no sabía que era lo que esperaba, pero ya no había nada que pudiese hacer. Sin conseguir nada intenté llenar el vacío con mi voz, pero la ausencia de sonido y la negrura no flaqueaba ante nada. Un terror inmenso me invadió por completo, ¿Y si no volvía a salir de allí? Moriría de frío, de hambre, de soledad…

En mi desesperación cruzó por mi mente la idea de auto eliminarme; palpé instintivamente el piso y hallé mi “salvación”, una rama de espino. El deseo de salir de ese lugar a toda costa me hizo atentar contra mi vida, no estaría viva, pero dejaría de sentir ese horrible pavor que me provocaba ese sitio.

Sin embargo no alcancé a hacerlo; una luz blanca cubrió todo el lugar entonces, dejándome ciega por unos instantes. Mi angustia y mi terror desaparecieron y, cuando recuperé mi vista, descubrí frente a mi, una soga que colgaba desde arriba. Sin pensarlo dos veces cogí la cuerda y me ayudé de ella para salir. Una vez arriba, descubrí que el otro extremo de la cuerda la tenía un hombre vestido de blanco. Me acerqué a él y le pregunté quien era.

“Un amigo” me respondió sonriente. No comprendía, yo no recordaba ser amigo de aquel hombre y se lo hice notar, a lo que él me respondió sin quitar la sonrisa calida de su rostro: “Soy amigo de muchos, muchos saben mi nombre y quien soy; pero así como me conocen se olvidan de mi, que estoy aquí para lo que necesiten…”

“Si es verdad que te conozco, dime tu nombre, para poder recordarte…” le insistí con energía. “Mi nombre lo llevas colgado en tu pecho…” Respondió. Extrañada y curiosa no tardé en dirigir mi mirada a mi pecho para ver que traía colgado. ¡Mi crucifijo! ¡Era mi cruz! Cuando levanté la mirada Él ya no estaba ahí, pero seguí sintiendo su presencia, aún después de despertar…


*Gracias por tomarte el tiempo de leerlo, es importante...*

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